A mí, conocer a Mayo, me cambió la vida.

Supe de ella y de Escuela Caniland gracias a la Fundación Acavall, de la que es colaboradora. En los cursos que ella ha impartido, mi concepto de lo que es un peludo y cómo hay que educarlo cambiaron completamente.

Trufa todavía no formaba parte de mi vida, pero ya sabía que en el momento en que tuviera un compañero de cuatro patas, su educación empezaría en Escuela Caniland.

Y así fue. Trufa y yo hemos hecho el curso de Educación Canina para Cachorros y fue alucinante ver cómo se comunica con los peludos, cómo los entiende y cómo hace que los entiendas y que consigas que sean unos perros equilibrados, pero, sobre todo, unos perros felices.

Siempre que lo necesito acudo a ella y es espectacular. Muchos años de experiencia la avalan y, sobre todo, el trabajar en algo que, se nota, le encanta.

Su residencia canina es de lo mejorcito que hay. Cuando Trufa está allí, me llego incluso a olvidar de que tengo perro, ya que no estoy nada preocupada por saber si estará bien porque tengo muy claro que está, incluso, mejor que conmigo. Y cuando vamos a por ella, siempre se viene con algo nuevo, más tranquila, más sociable (dentro de lo que es Trufa), pero sobre todo, mucho más feliz.

Soy fan número 1 de su Club de Socialización. Poder ver cómo se comunican los peludos y que te explique, en ese mismo instante, el porqué de su comportamiento, es genial.

Quiero mencionar también lo importante que ha sido para mí su acompañamiento en el duelo. No fue con un perrete, sino con Postre, un conejo belier. Todo lo que me dijo Mayo durante esos días hizo que viera el viaje del pequeño de otra manera.

Gracias, Mayo, por todo lo que has hecho por Trufa y, sobre todo, por mí.

Eres MUY GRANDE.