Hace ya casi siete años que mi vida se cruzó con la de Nora, y casi seis que conozco a Mayo y Alena. Dar con ellas fue uno de esos golpes de suerte que te cambian la vida. Nora ha estado conmigo desde cachorra, pero tenía muchos miedos y, al principio, yo no supe entenderla.  Una de las primeras cosas que me ayudaron a comprender, es que la perra era un reflejo de mi estado de ánimo; así que no sólo eran pautas para Nora, yo también me tuve que poner a trabajar en mí misma, y mucho. Hoy sé que Nora vino a mi vida para enseñarme algunas de las lecciones más importantes que he podido aprender.

He descubierto la “vida perruna”, que va mucho más allá de “tener” un perro. Significa disfrutar de su compañía, crear un vínculo más allá de la mera obediencia, ir de excursión y perderte por las montañas, dar largos paseos por la ciudad, intentar que tenga sus amigos peludos y, sobre todo,… aprender cada día de ellos.

El club de socialización es el mejor lugar para ver en acción a los perretes, y a las grandes educadoras de Caniland. Ver cómo se comunican entre ellos,  descubrir matices de sus gestos y aprender a dejarlos ser perros: que jueguen, que gruñan, que aprendan quién quiere jugar y quién no, cómo acercarse, cómo presentarse… Y para mí ha sido también muy importante, la gente bonita que he conocido en las tardes de socialización. GRACIAS por esas charlas, esas risas y todo lo que aprendo de vosotros.

Gracias a Caniland también he tenido la suerte de conocer a grandes profesionales, dedicadas al bienestar animal. He descubierto el tratamiento floral para ayudarles a gestionar mejor las emociones y he podido hacer un maravilloso curso de Animal Communicator con Olga Porqueras.

A día de hoy,  el vínculo que tengo que Nora es una de las cosas más bonitas de mi vida. Sigo aprendiendo y espero seguir haciéndolo a vuestro lado muchos años más.

MIL GRACIAS