Suena el teléfono en Escuela Caniland. Al descolgar, una chica desesperada nos cuenta que tiene un grave problema con su perro. El animal le gruñe, no deja que nadie de la familia se siente en el sofá, persigue a todos los humanos por la casa, ladra mucho… Y por todo ello, la chica y su familia están empezando a tenerle miedo al perro.
Así que concretamos una cita para hacer la evaluación del perro en cuestión. Al tocar al timbre, se oye un ladridito alto y persistente. Al entrar en la casa, nos ataca un perro pequeño, de un tamaño entre Chihuahua y Pomerania. Un perro que tiene sólo 9 meses.
Algunos estaréis sonriendo y pensando que cómo alguien puede tener miedo a un perro así de pequeño y que, además, ni siquiera es adulto. Pues pasa, y pasa a menudo. Y es un problema muy serio, aunque la mayoría de las veces es relativamente fácil de solucionar.
Por alguna extraña razón, la gente considera que un perro pequeño no necesita educación. Y las trastadas que va haciendo, hacen gracia. La gente piensa que si saca las cosas del armario, no las puede romper porque es demasiado pequeño; si salta encima de alguien, no pasa nada, es muy pequeño; si muerde, hace gracia porque es tan pequeño que no hace daño; si gruñe cuando alguien se sienta en el sofá, da risa porque “míralo qué pequeñajo, cómo se enfada”…
Y ahora, yo pregunto: ¿Y si lo mismo lo hiciera un perro grande? ¿A que ya no tendría tanta gracia? Seguro que en el caso de un perro grande muchas personas buscarían ayuda de un profesional y se pondrían las pilas para solucionarlo, ¿verdad?
Entonces, ¿por qué con un perro pequeño no se busca la ayuda de un profesional? ¿Por qué creéis que un perro grande necesita educación y uno pequeño no? ¿Qué diferencia hay? Os lo diré: NINGUNA.
Todos los perros necesitan educación, igual que todas las personas. Un perro necesita pautas para poder entender el mundo humano. El mundo en que vive, que comparte con nosotros. Un mundo al que ha venido sin que nadie le haya explicado nada. Y si no se le explica, empieza a hacer las cosas como él considera. Y eso no siempre es la manera que nos gusta a nosotros.
El perro se comunica con gruñidos. Y piensa: “Mira, cuando gruño, se apartan y me dejan el sofá para mí. Bien, a partir de ahora lo haré siempre así porque funciona”.
Se divierte. Cuando el perro se aburre o se estresa, piensa: “Empezaré a morder aquí un poco, que morder relaja mucho. Y si saco un par de cosas del armario y se lo llevo a mi responsable, me hará caso”.
Se confunde. Como no sabe lo que tiene que hacer, piensa: “Una vez me dejan hacer esto, otra vez no, no entiendo nada. Pues pongo mis propias reglas”.
Se apodera. Quiere mandar: “He puesto mis reglas y ahora no les gusta, pues aquí mando yo y gruñiendo se lo demostraré”.
Sí, tal vez es un final extremo, pero hemos visto muchos casos de este tipo. Y la mayoría de las veces es resultado de un gran error, el hecho de pensar que los perros pequeños “se educan solos”.
Por favor, no cometas el mismo error. Si tienes un perro pequeño, mediano, grande o enorme: ¡EDÚCALO!
Vuestra relación mejorará y tú tendrás el mejor compañero del mundo.