Tenía algo más de año cuando me lo asignaron, se llamaba Ocsi y estaba destinado a ser un perro detector de explosivos de la Policía. Nos perdimos más de un año de su vida de la que no sabemos nada, pero lo que me encontré fue un perro ansioso, con una delicada estabilidad mental que lo hacía peligroso cada vez que entraba en lo que yo llamaba “modo túnel”, ya que su estado de ansiedad lo llevaban a golpearse la cabeza con la jaula del coche de trabajo, a no saber resolver situaciones sencillas, a ladrar sin sentido y sin poder parar, a mostrar una agresividad hacia otros perros exacerbada y llegó, incluso, a tener dos dilataciones estomacales, por lo que hubo que hacerle una gastropexia.
A todo lo anterior había que añadir que durante el curso de formación, en una pelea con otro perro se lesionó la mano izquierda, la consecuencia fue que, a partir de ese momento, Ocsi asoció su trabajo como perro detector (cuyo fin para él era conseguir el juego con la pelota, de la que era un obsesionado) con el dolor, ya que su lesión no curó bien porque no fue bien diagnosticada y la desconocíamos, y no dejamos de trabajar con él cuando sufría dolor en su pata.
En ese estado estaba Ocsi cuando, desesperada porque se me iba de las manos y no sabía qué hacer ya con él, me hablaron de Mayo.
Cuando vino la primera vez a mi casa me explicó su método de trabajo con su manada, que utilizaba Flores de Bach y que, entre otras terapias rehabilitadoras, ella era “Animal Comunicator” y que se “comunicaba” con los perros, así que le hizo una foto a Ocsi y, tras tranquilizarme y darme esperanzas de que podía ayudarme, se marchó.
Tras la primera “Comunicación” con Ocsi supimos algo más de su etapa de cachorro, que no fue fácil. Supimos de su dolor físico y emocional, de sus inseguridades y sus miedos y, sobre todo, Mayo me hizo llegar el mensaje de que él era un reflejo de mi persona, que su tristeza, sus miedos e inseguridades eran las mías y que su agresividad era la única forma que tenía de desfogar todo eso.
Con esta información y con las flores que nos preparó a los dos comenzamos la rehabilitación ayudada por su excelente manada y por el fabuloso trabajo de Hindia, que nos hizo ver que la agresividad de Ocsi era pura fachada.
Mayo me enseñó a sonreír a Ocsi, a cambiar mi energía cuando estaba con él y, sobre todo, a tratarlo con palabras amables, puesto que la frustración que yo sentía de no poder hacer de él un gran perro de trabajo hizo que mi tono de voz para con él fuera siempre muy duro.
Por su parte, él empezó a mostrarse más seguro, a relajarse, a no sentir tanto temor y a bajar su agresividad a un nivel aceptable, pero en lo referente a su adiestramiento para el trabajo no había demasiado cambio. En ese terreno seguía muy nervioso y agresivo, incluso intentándolo sacar de uno de esos estados “modo túnel” me mordió en el brazo y necesité 3 puntos de aproximación porque la herida estaba muy abierta.
Mayo sabía lo que le pasaba a Ocsi y es que para poder lograr cierto equilibrio en su vida y hacer de él un perro “normal” tenía que dejar de ser un perro de trabajo, ya que la presión del adiestramiento no la llevaba bien y su mente no estaba lo suficientemente equilibrada para aguantarlo.
Muy sutilmente, supongo que con el temor de cómo hacérmelo ver (se trataba de un perro de la Policía), Mayo me lo fue insinuando, hasta que lo comprendí y fui capaz de verlo en los ojos de mi perro. El día que solicité su baja para el trabajo fue un día duro y feliz al mismo tiempo. Hoy en día, gracias al gran trabajo de Mayo y de su manada, Ocsi es un perro feliz, con sus cosas, pero perfectamente adaptado a su vida en casa. Se deja acariciar y de vez en cuando viene buscando caricias; ha aprendido a jugar sin estrés y a convivir con otros perros. En su mirada ya no existe ni miedo ni inseguridad, sino la inocencia que siempre ha tenido.
Sole y Ocsi